Por Jimmy Arias
La reconocí de inmediato, en un tiempo detenido, mientras lo aceptaba.
-¿Por qué parar justo en esta bomba? – pensé mientras llenaban el tanque -.
Se subió sin decir nada.
– Buenos días – comenté -.
– Si le parecen buenos no sabe quién soy.
– Si – dije apresurado – lo sé, es mi forma de saludar.
Pagué el combustible y miré sus ojos, sentí aguzar mi instinto y mi razón.
– Le voy a explicar cómo funcionan las cosas – dijo -, para empezar quiero que lo acepte, sin llantos o ruegos, al primero me iré y perderá la oportunidad.
– ¿De qué habla?
– Usted lo sabe – contestó – hoy es el día.
– ¿Hoy? No es posible, tengo cosas que hacer.
– Tuvo suficiente tiempo, se le acabó.
– Está bien – dije – ¿a qué oportunidad se refiere?
– Es simple, le concederé un tiempo, tendrá cuatro horas.
– ¿Cuatro horas? Pero no vivo aquí, estoy a ocho horas de mi casa.
– Cuatro horas - insistió señalando – y debe cumplir dos condiciones. Nadie puede saberlo y debe ser sutil en lo que haga.