Leonardo Arias
Dos días, leyó. Dejó la carta sobre la mesa y le sonrió. Tenía el cabello negro suelto, largo. Un vestido ajustado, un tanto revelador. Sólo estaban ellos en el bar. El cantinero estaba recostado en la barra que se retorcía como una culebra. Los miraba de reojo mientras sintonizaba la emisora donde pasaban el especial de boleros. (más…)