Las Fuerzas Oscuras

Por  Edwar López

El despertador sonó y Alberto lo apagó inmediatamente. No pasó ni un minuto antes de que estuviera de pie, desperezándose, rascándose los huevos. Se paró frente al espejo de su habitación y no logró reconocerse. Era un espejo grande de cuerpo entero con un marco azul metálico. Se quedó allí durante un rato, escrutándose, tratando de encontrarle algún sentido a las líneas irregulares de su rostro, de su cuerpo. Nada se dijo. Aunque había adelgazado conservaba una pequeña panza que había querido exterminar desde hacía tiempo. Empezó cambiando sus hábitos alimenticios. Después intentó ejercitarse. Trotó, hizo flexiones, montó en bicicleta. Hasta ingresó en un gimnasio pero terminó dejándolo todo. Se acarició la barba, rala, de días. No sintió ninguna simpatía ni solidaridad por el tipo del espejo. Fue al baño. Colocó una cuchilla nueva en la maquina de afeitar y se la pasó. Se duchó. Fue a la cocina y le sirvió una porción de concentrado a Lukas. Puso a hervir agua en la olleta. Miró el teléfono esperando que diera señales de vida. Vio cómo el perro movía la cola y se atragantaba con la comida del trasto. Era un callejero. Lo recordó desmelenado y famélico siguiéndolo por el centro. Ese día había salido a mercar a la galería. Caminó entre puestos de frutas, vegetales y abarrotes. Y mientras preguntaba por el precio de unos lulos, lo sintió a su lado, resollando. Lo miró y misteriosamente el perro se apañó de él. Lo siguió de vuelta a casa. Desde entonces, Lukas como lo bautizó, vivió con él. Lo llevó al veterinario, le hizo aplicar las vacunas y se encargó de sacarlo todas las noches. El agua hirvió. Lukas mordía sus chancletas y no lo dejaba caminar. Pateó al perro y se sentó en una mesa basta al lado de la cocina. Se sirvió una taza de café. Tomó una tostada y la cubrió despreocupadamente con mantequilla. La luz comenzaba a filtrarse por la persiana. Salió a la calle, era un lunes lluvioso. 

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Published in: on May 5, 2010 at 5:29 pm  Deja un comentario  

Viernes de abuelo y demonio

Por Jimmy Arias

Los hechos graves están fuera del tiempo,

ya porque en ellos el pasado inmediato queda como tronchado del porvenir, ya porque no parecen consecutivas las partes que los forman.

Jorge Luis Borges, Emma Zuns.

 

Entré al cuarto de mi hijo y vi al demonio sentado en la silla mecedora, entre la tenue luz azul que le encendía para dormir. El bebé, tras el toldillo de la cuna, flotaba a la altura de las barandas dando lentos círculos. Tenía el cuerpito estirado, los brazos abiertos a los lados y la  cabeza, colgando  hacia atrás. Era viernes.

De a poco el  corazón  disminuyó los latidos;  se corrió un manto oscuro, la catalepsia se retiró, desperté, abrí los ojos y pude moverme.  Desde mi cama percibí  al maldito Dante y no me aterró. Un hombre puede acostumbrarse a cualquier cosa, lo  extraño fue que siguiera sentado en una silla que no era uno de mis muebles, y que se viese tan real como mi mano, o la daga sobre el nochero.

Los viernes viene el maldito.  No tengo hijos,  vivo solo en esta vieja casa. No fue fácil,  nadie (cuerdo al menos) por voluntad querría encontrárselo;  pero estoy cerca, ya lo dije, de acostumbrarme. Es un dominador del tiempo y el espacio. Su cara es invisible a la mirada directa, solo de soslayo mi vista la advierte, siempre como una incierta cifra en el límite de la luz.

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Published in: on May 5, 2010 at 4:23 pm  Deja un comentario  

Primera vez con Universo

Por Jaime Corrales  

 Cuerpos celestes nacen, viven, transforman sus elementos y mueren.

  Reparten sus átomos de vuelta al universo, para tomar nuevos cuerpos.

  Soy polvo estelar, cuerpo celeste, destello en la oscuridad que afirma durante

    un  breve instante  del tiempo que la materia puede adquirir vida y conciencia”.

                                                                                           Eduardo Mazuera

 

¿Acaso el amor no es una guerra en la que cada uno prepara el teatro de operaciones? Mueve tus tropas, atrinchérate, despliega tu armada, emboscada, pillaje o arremetida…

  « ¿Estás listo para la cristalina muerte?» susurra una vos.

  El ariete arremete, se estrellan los cuerpos, el polvo salta, herida abierta, sangre a borbotones, saeta que penetra la carne, la danza de la muerte como orgasmo de la creación. Ese fue mi último sueño antes de despertar del largo viaje, antes de llegar a este mundo. Alguien dijo que soñar es lo mejor que nos queda, yo diría, lo único.

  Pero así  no empieza realmente esta historia. Si estas cosas tienen un orden lógico, supongo empezaron la noche de mi llegada al bar Bajo Fervor, cuando conocí esa mulata de linaje milenario y comprendí que sería lo mejor que encontraría. La llamé Violeta, el color más luminoso del espectro visible. Como verán, soy un astrónomo aficionado, con los pies sobre la tierra me dejo vagar por los vastos océanos de estrellas. Mi bitácora empieza el día que me establecí en esta colonia de los Andes, año 2010. Pudo ser el Cuzco o Cochabamba pero preferí los fértiles valles del río Cauca. El bar Bajo Fervor era un antro lleno de espectros entre los que se escondía ella.

    «Hola extraño» dijo.

  «Hola, mujer divina…» respondí.

Me quedé mirando su gracia latina, su cabello lacio y le calculé 18 años. En la academia militar nos enseñaron las tácticas básicas: socialización, charla, convencimiento y conquista. Violeta en cambio, se salta los preámbulos y establece una suma de dinero por su amistad. Supuse que así funcionaban las cosas aquí, así que le dije que no había problema.

« ¿Prefieres que te pague en oro, diamantes o moneda local?»

  Sonríe, ella bien valía una estrella de diamante. Fuimos a mi hotel. Adornaba su piel canela con una pequeña blusa vaporosa, era tan hermosa como el centro galáctico. Hablamos durante horas, quería saberlo todo, le hice mil preguntas. «Eres un tipo bien raro» dijo al despedirse. (más…)

Published in: on May 5, 2010 at 2:22 pm  Deja un comentario  

Annete

Por Adriana Esquivel

Es una fría mañana. Gotas de agua escurren a través del ventanal. Afuera el agua se arremolina formando salvajes arroyos. Josué la mira. Ella sigue allí, dulce, suave, exquisita. Necesita saborearla, degustarla por última vez. Trata de que ella lo mire a los ojos. Antes eran tan cálidos, tan benignos. Quiere sumergirse en ellos, perderse para siempre en esa mirada que nunca lo vio como quería que lo viese. Nunca lo quiso. Siempre lo despreció. Jamás entendió el tamaño de su amor.

-¡Obsesivo, loco! –gritaba-.Josué aceptaba sus insultos.

El agua cae. El alma lo atormenta.

-Acéptame Annete, te amo, le suplica.

Ella permanece en la cama, en silencio. Sigue lloviendo como si el cielo fuera a desplomarse. El día esta tan oscuro como su ánimo. Lo único que quiere, que ella lo mire con amor. Solo eso.

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Published in: on May 5, 2010 at 1:41 pm  Deja un comentario